Sol y Piel

¿Qué pasa con la piel después del verano?

¿Qué pasa con la piel después del verano?

Durante el verano, la piel no sólo del rostro, sino de todo el cuerpo está expuesta a distintos factores que pueden afectarla. La exposición reiterada al agua clorada, agua salada y principalmente la radiación solar daña nuestra piel, generando sequedad, envejeciéndola y hasta en algunos casos pigmentándola.

¿A qué llamamos envejecimiento cutáneo?

El envejecimiento es un proceso complejo y multifactorial que resulta de la acumulación de varios cambios funcionales y estéticos en el organismo que se producen en el tiempo. La piel también se ve afectada por estos cambios a través de factores intrínsecos y extrínsecos. La percepción de la edad, así como la belleza, dependen en gran medida de la exposición de la piel al medio ambiente. El envejecimiento intrínseco o el envejecimiento biológico es un proceso inevitable, genéticamente determinado, que progresa lentamente a medida que avanzamos en edad, pero puede acelerarse por factores ambientales.

Los principales factores responsables del envejecimiento extrínseco son la exposición solar y el consumo de tabaco. No se trata solo de procesos celulares, sino que es también una respuesta al proceso de adaptación a los factores externos propios del medio ambiente.

El envejecimiento extrínseco se produce como resultado de la exposición diaria a los radicales libres procedentes de fuentes variadas tales como: exposición a la radiación ultravioleta, al humo de tabaco y a la polución. Estos radicales libres dañan lípidos, proteínas y ADN, lo cual limita la capacidad de las células para funcionar y para mantener su integridad.

Dentro de los factores biológicos se le puede atribuir a la genética el 25% del proceso de envejecimiento, el cual resulta inmodificable hasta el momento. Aunque no existe un gen claramente determinante del envejecimiento, llama la atención que los genes involucrados en las enfermedades de la vejez o en enfermedades con manifestaciones similares a las del proceso de envejecimiento, están implicados en el estrés oxidativo, la reparación del ADN y la inflamación. Es así como se plantea que el envejecimiento y sus enfermedades asociadas, son producto de un proceso inflamatorio crónico. Además de las variantes genéticas propias de los grupos de población y de los individuos, la influencia de los agentes ambientales modifica la expresión genética, independientemente del ADN primario.

El envejecimiento intrínseco de la piel está fuertemente influenciado por alteraciones hormonales. La regulación hormonal es determinante en los procesos de envejecimiento. Después de la menopausia, la producción de estrógenos es mínima, lo que conlleva efectos deletéreos en varios órganos y sistemas. Junto con la progesterona contribuyen al mantenimiento de la fibra elástica, por lo que su deficiencia causa diversas alteraciones cutáneas tales como arrugas, sequedad, atrofia, degradación del colágeno, laxitud, mala cicatrización de heridas y atrofia vulvar. La disminución de otras hormonas como la melatonina, la insulina, el cortisol, la tiroxina y la hormona del crecimiento, también conduce al deterioro de diversas funciones de la piel

Hay características histológicas que acompañan a estos cambios. El estrato córneo permanece relativamente sin cambios, pero se afina la epidermis y se produce una estabilización de la unión dermoepidérmica. En la dermis, hay una disminución considerable de su espesor así como de la vascularización, y una reducción en el número y en la capacidad de biosíntesis de los fibroblastos, y, con ello, una disminución del nivel de colágeno (tipo I y tipo III). Clínicamente, los cambios epidérmicos son evidentes: pigmentación moteada y lentigos solares; atrofia cutánea que da la apariencia de papel de cigarrillo; los comedones actínicos; la hipomelanosis en gotas, y la hiperplasia sebácea.

Otros factores que contribuyen a la formación de arrugas incluyen cambios en los músculos, la pérdida de grasa del tejido subcutáneo, las fuerzas gravitacionales y la pérdida de sustancia de los huesos faciales y del cartílago. A medida que la piel envejece se vuelve laxa y el soporte de tejido blando se ve disminuido. Los efectos de la gravedad se hacen evidentes alrededor de los 50 años, que es cuando la elasticidad de la piel disminuye drásticamente. De esta forma, el envejecimiento cronológico de la piel se caracteriza por laxitud y arrugas finas, así como por el desarrollo de tumores benignos tales como queratosis seborreicas, telangiectasias y angiomas, pero no está asociado con cambios en la pigmentación o a arrugas, que son características de la piel expuesta al sol.

La percepción táctil se afecta por la disminución de células en la dermis. Disminuye la cantidad de glucosaminoglucanos y de ácido hialurónico, lo que afecta las características del tejido. El colágeno se desorganiza y la elastina puede llegar a calcificarse. Clínicamente, las arrugas y los surcos profundos producidos por el aplanamiento de las papilas, las arrugas, las telangiestasias y los cambios de fibrosis y endurecimiento de la piel, son algunos de los posibles hallazgos.

Otros factores relevantes en el envejecimiento cutáneo son la exposición al humo del tabaco y la contaminación. El consumo de tabaco aumenta la producción de radicales libres y puede disminuir la producción de colágeno y elastina. Los daños producidos por la contaminación sobre la piel aumentan también la producción de radicales libres e incrementan los efectos de la radiación ultravioleta. Años de estrés ambiental acumulado en las estructuras celulares tienen como resultado un envejecimiento prematuro de la piel.

El “fotoenvejecimiento”, o envejecimiento producto de la exposición a la luz ultravioleta, causa el 90% del envejecimiento cutáneo. La luz ultravioleta B (UVB) produce mutaciones del ADN que pueden favorecer la carcinogénesis cutánea, y la luz ultravioleta A (UVA) aumenta la producción de radicales libres que si comparamos el envejecimiento cutáneo normal con el producido por la luz solar, queda claro que este último es un proceso anormal y mucho más grave que el primero.

En la piel fotoenvejecida, la producción de colágeno (tipo I y III) se reduce en aproximadamente un 40% en comparación con la piel no expuesta. Es probable que tales cambios en los precursores del colágeno puedan conducir a niveles reducidos y/o alteración de la organización de colágeno fibrilar, y por lo tanto, contribuir a la aparición de arrugas en la piel fotodañada. El colágeno, que compone más del 90% de las proteínas totales de la piel, se desorganiza, observándose una disminución acentuada en el colágeno tipo I y tipo III en la piel expuesta al sol.

En el fotoenvejecimiento están asociados cambios cutáneos e histológicos secundarios a exposición solar a largo plazo. Clínicamente, el fotoenvejecimiento cutáneo se caracteriza por elastosis solar, cambios en el color de la piel y en su textura, mayor rugosidad, así como desarrollo precoz de arrugas más profundas, queratosis, lentigos solares y aparición gradual de telangiectasias y púrpura. Estos cambios se producen con mayor frecuencia en áreas expuestas al sol, tales como la cara, el cuello, el escote, las manos y los antebrazos

¿Qué podemos hacer para mejorar?

Los hábitos saludables siempre formarán parte de las estrategias preventivas, ya que no sólo mejoran la apariencia de la piel, sino también, el funcionamiento de todos los sistemas. La dieta balanceada y el ejercicio permiten el control de otros sistemas que terminarán repercutiendo en la piel. El consumo de cigarrillo y alcohol, por sí mismos deterioran, no sólo a la piel, sino otros órganos, lo que afecta directa e indirectamente los procesos de envejecimiento. La protección contra la luz solar logra combatir gran parte del envejecimiento, por sí misma. El uso controlado de antioxidantes puede modificar los excesos de especies reactivas de oxígeno, protegiendo al sistema de su toxicidad.

Por el momento, con el manejo de los factores extrínsecos se lograría controlar, al menos, el envejecimiento patológico. Definitivamente, el envejecimiento cutáneo va más allá de lo estético y puede comprometer seriamente la salud de los pacientes.

La lucha frente al envejecimiento cutáneo se puede plantear bajo dos puntos de vista; en primer lugar con carácter preventivo, retrasando las manifestaciones del envejecimiento de la piel, y por otro lado con carácter reparador, mejorando el estado de una piel envejecida.

¿Cómo mejoramos la piel envejecida después del verano?

Los objetivos deben ser conseguir una buena hidratación de la epidermis, protegerla de los radicales libres y de la radiación solar.

Los tratamientos para el fotoenvejecimiento se agrupan en dos grandes categorías: tratamientos tópicos y rejuvenecimiento quirúrgico. Los tratamientos tópicos tienen la ventaja de ser no invasivos; y entre sus desventajas están: el uso prolongado e indefinido, posible irritación por contacto y la alergia.

Los retinoides han sido una de las sustancias más estudiadas y más comúnmente usadas para el tratamiento del fotoenvejecimiento.

El ácido retinoico, ha sido el retinoide más investigado en el tratamiento del fotoenvejecimiento. Solo a partir de los 80´s se utilizó en dermatología para este fin. La eficacia del ácido retinoico fue demostrada por primera vez por Kligman y colaboradores (1984), mejoraba significativamente el colágeno en la dermis papilar, correlacionado con la disminución de las arrugas. Esta observación llevó a investigar el potencial del ácido retinoico en el tratamiento del fotoenvejecimiento.

Estos autores encontraron que el tratamiento con tretinoína al 0,1 % en crema, de la piel fotodañada, produjo un bloqueo completo de la síntesis de colagenasas y gelatinasas intersticiales, evitando la degradación del colágeno, también se encontró que el ácido retinoico bloquea la activación de los factores nucleares de transcripción AP-1 y NF-B, inducidos por la radiación ultravioleta. Se han realizado múltiples estudios para evaluar el papel del ácido retinoico en el fotoenvejecimiento; de estos, los de mayor relevancia, son los que utilizan la molécula por un período de 6 meses.

Para la hidratación epidérmica se pueden utilizar proteínas y ceramidas de cadena corta y ácidos grasos libres, ceramidas y derivados del colesterol. Una vez conseguida la hidratación debemos retrasar la involución de la dermis, mantenerla joven, para ello se utilizan estimulantes celulares.

Para la protección frente a los radicales libres, se emplean antioxidantes naturales como las vitaminas E y C, y por supuesto, el empleo de filtros solares de utilidad incuestionable en la prevención del fotoenvejecimiento.

Ácido hialurónico (AH). Es un polisacárido del tipo de glucosaminoglicanos. En seres humanos destaca su concentración en las articulaciones, los cartílagos y la piel. Presenta la propiedad de retener grandes cantidades de agua y de adoptar una conformación extendida en disolución, posee la capacidad de retener el agua en un porcentaje equivalente a miles de veces su peso; es por ello que se emplea para hidratación de la epidermis ya que reconstituye las fibras que sostienen los tejidos de la piel.

Para mejorar la pigmentación fotoinducida, sobretodo en pacientes con melasma, actualmente lo más aceptado es el uso de protectores solares de amplio espectro y el tratamiento combinado, es decir formulaciones con mezclas de diferentes elementos que de una u otra forma han demostrado su efecto despigmentante.

Además del cuidado de la piel del rostro luego del verano, es importante la hidratación a través del uso de cremas en toda la superficie corporal, ya que es fundamental su papel a la hora de reestablecer la barrera cutánea dañada por el exceso de exposición de la piel al agua y el sol. 

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