Los síntomas de PS pueden consistir en sensación de picazón, hormigueo, tirantez o incluso dolor. En ocasiones estos síntomas se traducen en signos clínicos leves y transitorios de eritema, xerosis, habones o descamación, pero en la mayoría de las ocasiones no se observa ningún signo de irritación cutánea.
¿Cuáles son las manifestaciones clínicas?
Se ha propuesto clasificar a este fenómeno en varias formas clínicas:
- Piel muy sensible: presenta una reactividad a varios factores, tanto endógenos como exógenos, con un fuerte componente psicológico.
- Piel sensible medioambiental: hace referencia a pacientes de piel clara, fina y seca que reaccionan sobre todo a estímulos ambientales como pueden ser el calor y los cambios bruscos de temperatura.
- Piel sensible cosmética: corresponde a aquellos pacientes que reaccionan de forma leve y transitoria ante determinados productos cosméticos.
- Piel delicada: caracterizada por una función de barrera cutánea fácilmente alterable, que no se acompaña de una respuesta inflamatoria rápida o intensa.
- Piel reactiva: caracterizada por una fuerte respuesta inflamatoria sin un aumento significativo de la permeabilidad cutánea.
- Stingers: pacientes que presentan una mayor percepción neurosensorial ante estímulos cutáneos minor.
Se han identificado variaciones en el grado de sensibilidad de la piel según la región anatómica. La localización más frecuente es en la piel de la cara. El área facial es la zona en la que se manifiesta con mayor frecuencia la PS, probablemente por la elevada cantidad de productos empleados en la cosmética facial, la mayor delgadez de la barrera cutánea de esta región y la multitud de terminaciones nerviosas localizadas en la misma. Dentro de ella, el pliegue nasolabial se identifica como la zona más sensible debido a la permeabilidad de su capa córnea, a la alta densidad de glándulas sudoríparas y folículos pilosos y a la rica inervación de la misma. Le siguen la eminencia malar, la barbilla, la frente y el labio superior. También puede ubicarse en otras zonas como manos (58%), cuero cabelludo (36%), pies (34%), cuello (27%), torso (23%) o espalda (21%).
¿Cómo puede hacerse el diagnóstico de PS?
Autores aconsejan que los dermatólogos pregunten en sus consultas, de manera habitual, si su paciente considera que tiene la PS. En general, es un proceso autodiagnosticado en el que los síntomas son diversos y de intensidad muy variable. Además, el hecho de que en su origen intervengan multitud de factores, hace que su diagnóstico clínico sea difícil.
Han sido muchos los intentos encaminados a la búsqueda de una prueba capaz de diagnosticar de manera objetiva la PS, pero no se ha encontrado ninguna lo suficientemente eficaz, lo que subraya, una vez más, lo subjetivo de la naturaleza de esta condición.
El hecho de que sean múltiples y variados los factores y productos que provocan las respuestas subjetivas típicas de la PS, y que cada individuo reacciona de diferente manera ante cada uno de ellos, hace que el manejo de la PS sea difícil tanto para el dermatólogo como para el paciente.
Los cuestionarios de autoevaluación constituyen una herramienta válida para identificar a estos individuos. Hay que realizar una anamnesis y preguntar por hábitos de higiene y todos los productos cosméticos aplicados por el paciente en forma detallada en la que hay que incluir los antecedentes personales, familiares y posteriormente, hay que realizar una exploración física completa buscando signos sutiles de inflamación cutánea y descartar la presencia de otras dermatosis subyacentes, sobre todo las que cursan con alteración de la barrera cutánea.
Además, existen otras herramientas objetivas para la evaluación del síndrome de PS, que se pueden clasificar en tres grupos:
- Pruebas de reactividad sensorial, que miden la respuesta neurosensorial cutánea a la aplicación de determinadas sustancias químicas.
- Pruebas de reactividad irritativa, que evalúan signos objetivos de irritación cutánea.
- Pruebas de función dérmica, que se basan en identificar alteraciones estructurales o fisiológicas cutáneas que predisponen a la piel sensible.
¿Cuál sería el tratamiento?
La PS representa un reto también para la industria cosmética, en la que la búsqueda de un tratamiento dermatológico adecuado, junto con una racional aproximación en la selección de los productos cosméticos, constituyen elementos indispensables para alcanzar el bienestar del paciente.
El paso más importante es identificar e intentar evitar los factores desencadenantes de síntomas de piel sensible para cada individuo. Durante la fase aguda se debe suspender la aplicación tópica de cosméticos u otros productos de uso personal. Dentro de los tratamientos médicos los glucocorticoides tópicos son productos eficaces para el tratamiento de la PS, si bien su uso debe ser limitado debido a los efectos secundarios a los que dan lugar, como adelgazamiento de la piel y la alteración de la barrera cutánea. Como alternativa, inhibidores de la calcineurina, que carecen de los efectos secundarios de los glucocorticoides, manteniendo la misma eficacia. Se ha visto el efecto positivo de las cremas hidratantes en las pieles sensibles, ya que mejoran la hidratación de la piel, reducen la susceptibilidad a la irritación y restauran la integridad de la capa córnea.
Se recomienda el uso de productos para “pieles sensibles “, caracterizados por la escasez de ingredientes en su formulación, la ausencia de agentes sensibilizantes comunes, la existencia de un número mínimo de agentes irritantes y la ausencia de estimulantes sensoriales cutáneos y de productos vasodilatadores.
Uno de los problemas principales con los productos de tocador lo constituyen los jabones de uso diario, especialmente en aquellas personas que han de lavarse frecuentemente las manos. En estos casos, los dermatólogos siempre tienen la necesidad de recomendar un limpiador adecuado a este tipo de piel, siendo de elección geles de alcohol con hidratantes. Estos jabones mantienen la integridad de la barrera cutánea, alivian la sequedad de la piel y restauran la función barrera. Se ha comprobado que los limpiadores libres de jabones en combinación con tratamientos tópicos producen una mejoría clínica en el paciente con PS.
En cuanto a los hidroxiácidos, frecuentes en las formulaciones de las cremas antiedad, considerados agentes muy irritantes en la PS, se ha propuesto su sustitución por los ácidos polihidroxi y los ácidos biónicos, ya que además de ofrecer los beneficios de los alfahidroxiácidos sin provocar irritación en la piel, proporcionan antioxidantes adicionales, fortalecen la barrera cutánea y poseen efectos hidratantes.
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